25 oct 2010

Cristales rotos



Me disponía a darle una sorpresa y la sorpresa me la llevé yo.
Aún no sé de donde saqué el valor y la fuerza.
Me sentía tan dolida y rabiosa que me cegué.
No podía borrar de mi mente aquella imagen de ella, su mirada enamorada.
Y la mano del  innombrable gilipollas enredada en su pelo,
lo mismo que hacía conmigo.
Y después aquel beso lento. ¡Mierda!
Me alejé de la ventana con la botella de vino en la mano;
a punto estuve de tirarla contra ellos.
Y entonces tuve la brillante idea.
Me fui hacia su coche y la estampé con fuerza sobre la luna trasera.
Luego me quité un zapato y con el tacón  le adorné el coche, descargando mi rabia hasta agotarme.
¡Buen gusto que tiene una!
Me subí a mi moto y me fui cagando leches y maldiciendo mi mala suerte. 



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